La niña robada (The Stolen Girl), se presenta como un thriller psicológico que explora los terrores cotidianos con una narrativa inquietante y actuaciones destacadas.
La niña robada (The Stolen Girl), Adaptada por Catherine Moulton a partir de la novela Playdate, de Alex Dahl, esta miniserie es la nueva apuesta británica de Disney+, en cinco episodios nos sumerge en una historia donde lo cotidiano se convierte en pesadilla. Protagonizada por Ambika Mod, Holliday Grainger y Denise Gough, la producción británica atrapa desde el primer instante con su impactante premisa: una niña desaparece durante una inocente pijamada y desata una búsqueda desesperada en la que nadie está libre de sospechas.
El primer episodio establece el tono con una secuencia potente: un auto recorriendo una carretera sinuosa en plena campiña europea. Desde el maletero abierto, una niña mira hacia atrás y pregunta con miedo: “¿Quién eres?”. Esa pregunta no solo inaugura la trama, sino que plantea la incertidumbre que dominará cada escena. Lo que parecía un simple juego infantil se transforma en una pesadilla sin final claro. Elisa (Denise Gough), madre de la menor y azafata de vuelos privados, se convierte en el centro de la desesperación cuando descubre que la casa donde dejó a su hija no es lo que parecía: no hay anfitriona, solo una propiedad vacacional alquilada por Airbnb.
A partir de ese punto, la historia retrocede en el tiempo para mostrarnos las complejidades de esta familia aparentemente funcional. Elisa carga con la presión de un trabajo extenuante y una rutina doméstica exigente, todo mientras intenta mantener una fachada perfecta. En el epicentro del misterio se encuentran también Rebecca (Holliday Grainger) y su hija Josephine, la “nueva alumna” cuya aparición cambia el rumbo de todos. La relación entre ambas mujeres parece superficial, amable, pero deja entrever secretos enterrados y tensiones no resueltas. El guion juega constantemente con la percepción del espectador: ¿quién es realmente culpable?
Una de las virtudes de La niña robada es cómo plantea preguntas morales sin ofrecer respuestas fáciles. ¿Hasta qué punto conocemos a quienes rodean a nuestros hijos? ¿Qué mecanismos sociales y prejuicios determinan en quién confiamos? Con una periodista decidida a llegar al fondo del caso —Selma (Ambika Mod), que actúa más como una detective que como reportera—, la serie propone una segunda investigación paralela que dinamiza la narrativa. Selma no solo se enfrenta a la resistencia de las autoridades, sino que también se ve obligada a cuestionar sus propios límites éticos.
Te puede interesar: ‘M3GAN 2.0’ vuelve a los cines, promete acelerar tus pulsaciones
En términos de ritmo, la serie comienza con gran intensidad, aunque algunos episodios intermedios bajan el nivel de tensión inicial. Sin embargo, esa pausa narrativa permite desarrollar con mayor profundidad los perfiles psicológicos de los personajes. Todos arrastran cargas emocionales, culpas y secretos que salen a la luz conforme avanza la investigación. En especial, la maternidad se presenta como un eje temático crucial: no solo desde el dolor por la desaparición, sino también desde los estigmas sociales y la presión impuesta sobre las madres frente a la figura mucho más pasiva del padre.

Visualmente, La niña robada es una delicia para los amantes del paisaje europeo. Filmada en locaciones como Manchester, West Yorkshire, Provenza y la Costa Azul, la serie ofrece una dualidad interesante: la belleza de sus escenarios contrasta brutalmente con el dolor que retrata la historia. Esta contradicción potencia el efecto dramático y agrega una dimensión estética que eleva la producción por encima del típico drama policial. A pesar de algunas vueltas de guion forzadas hacia el final, el cierre deja una reflexión válida: el verdadero enemigo no siempre está afuera.
La niña robada es ideal para quienes disfrutan de tramas psicológicas, tensión emocional y giros inesperados. Aunque no revoluciona el género, su desarrollo argumental sólido y las actuaciones comprometidas de sus protagonistas hacen que valga la pena. Su capacidad para conectar con miedos universales, especialmente entre padres, la convierte en una propuesta potente. En un mar de series sobre crímenes, esta historia británica destaca por su enfoque íntimo y humano, dejando un mensaje claro: la confianza puede ser un arma de doble filo.