Ocurrió un lamentable accidente en la comunidad El Águila, en el municipio de Tihuatlán, Veracruz. Un grupo de Voladores de Papantla sufrieron caída de más de 10 metros de altura tras el desplome del tradicional “palo volador” durante una ceremonia católica dedicada al Sagrado Corazón
De acuerdo con los primeros reportes, seis danzantes participaban en el ritual cuando la estructura cedió de forma repentina, de los cuales cinco resultaron heridos. Las causas preliminares señalan un presunto desgaste considerable del madero y la posible falta de mantenimiento preventivo. La escena provocó angustia entre los asistentes, quienes de inmediato pidieron ayuda a las autoridades y a los cuerpos de emergencia que se encontraban cerca del lugar.
Paramédicos de Cruz Ámbar y elementos de Protección Civil de Tihuatlán llegaron en cuestión de minutos para auxiliar a los heridos. Tras ser estabilizados en el sitio, los cinco voladores lesionados fueron trasladados de urgencia al Hospital Regional de Poza Rica, donde recibieron atención médica especializada. Entre los lesionados, cuatro podrían presentar fracturas de distinta gravedad, mientras que uno más resultó con una profunda laceración en el brazo derecho.
Ismael Callejas Guzmán, director de Protección Civil Municipal de Tihuatlán, confirmó que, afortunadamente, todos los heridos se encuentran estables y conscientes, descartando víctimas mortales. Por su parte, Rumualdo García de Luna, reconocido “tata papanteco” y autoridad tradicional de la danza, lamentó el incidente y destacó la rápida reacción de la comunidad y los servicios de emergencia.
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El suceso adquiere mayor relevancia al tratarse de una manifestación ancestral que ha sido reconocida desde 2009 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. La danza de los Voladores de Papantla es una de las expresiones más representativas de la identidad totonaca y forma parte del legado vivo del Totonacapan, región que abarca municipios del norte de Veracruz.

Más allá del simbolismo cultural, el accidente puso en evidencia una problemática persistente: la vulnerabilidad de los danzantes que, a pesar del alto riesgo de su actividad, en su mayoría no cuentan con seguro de vida ni con medidas de protección adecuadas. Cada año, miles de turistas y fieles acuden a presenciar este ritual sin conocer del todo las condiciones de precariedad que enfrentan los artistas.
El desplome del palo volador abre un debate sobre la necesidad de reforzar la seguridad y el mantenimiento de las estructuras utilizadas, especialmente durante festividades religiosas y celebraciones patronales. Organizaciones culturales y autoridades municipales coinciden en que se requieren inspecciones periódicas y capacitación constante para reducir riesgos y preservar la integridad de los participantes.
En la comunidad El Águila, la tristeza y la preocupación se mezclan con la esperanza de una pronta recuperación de los heridos. Mientras tanto, el accidente deja una profunda lección sobre la importancia de proteger a quienes mantienen viva una tradición milenaria, que no solo representa identidad y espiritualidad, sino que también es motor cultural y turístico para toda la región.